Traes la
tierra pegada a las botas,
en los hombros
la carga
pesada de tu herramienta
tras la fatiga
del duro combate
asumiendo que
será para otros
el fruto de tu
esfuerzo.
De tu vida
recogerás la cosecha
con el vigor
del esfuerzo callado,
que no se aflija
tu alma herida
dudando de su
infortunio,
no arrojes la
pesada carga
y se abrirá
paso en silencio tu grito.
Este poema
habla de la importancia del tiempo que se dedica a sembrar y cuidar la semilla
para más adelante disfrutar y recoger una buena cosecha. El proceso de la
siembra es ingrato porque no vemos los resultados de manera inmediata.
Todos en algún
momento de nuestra vida, nos planteamos si hemos perdido el tiempo o no, si lo
hemos empleado correctamente y añoramos los tiempos que podíamos estar haciendo
cualquier cosa sin pensar en cuando llegaría el momento de recoger lo que
habíamos sembrado.
Me he dado
cuenta que todo el tiempo que perdí, lo gané aprendiendo a saber que es lo que
no tengo que repetir y que debo de hacer de otra forma. Ya no me hace sentir
culpable el tiempo que “perdí”, me enseñó que no lo he perdido sino que lo he
aprendido.
Mientras que
para unos es tiempo perdido todo aquél que no esté dedicado a conseguir una
meta en su vida, para otros es buscar que la vida que llevamos nos haga
disminuir la sensación de estar malgastándolo.
El mejor
aprendizaje para buscar y alcanzar la felicidad, es el que estabas viviendo, en el que estabas aprendiendo a
equivocarte, era tú tiempo y si lo perdimos fue porque en aquel tiempo,
desconocíamos como poder ganarlo de otra forma. Por eso si fallamos, si no
recogemos finalmente el fruto esperado a pesar de los desvelos, nunca habrá
sido en vano el esfuerzo. Habremos aprendido y nos habremos enriquecido como
personas de las cosas que hemos asimilado por el camino, y nos sentiremos en
paz con nosotros mismos.
Seremos más
fuertes y resistentes a la adversidad y sabremos cómo salir de las
circunstancias y dificultades que nos depara la vida.
Begoña Pombar
Begoña Pombar
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