Un murmullo de voces oigo entre sueños,
al escucharlos pienso
que son monstruos malignos
que vienen a llevarme,
me quieren envolver.
Yo abro los ojos,
pero no veo nada,
solo oigo risas y más risas,
se ríen de mí.
Noto que se aproximan,
sus formas se arrastran,
babean al acercarse
con una sonrisa sarcástica.
Uno de ellos me aprieta la garganta,
poco a poco, milímetro a milímetro,
gotas de sudor resbalan por mi frente.
Pero, ¡que sucede!
Estoy sola.
En este poema utilizo el concepto de monstruo como
un medio de inspiración para disfrazar el miedo a la soledad.
Sin duda todos hemos sentido ese miedo a estar solos
porque, en general, se rehúye la soledad y además la educación, la cultura y la
sociedad han contribuido a reforzar algunas creencias irracionales sobre la
soledad.
Igual que el proceso de crecimiento representa la
superación de los miedos, aprender a estar solo es sumamente necesario para
psicológicamente poder crecer y madurar. La falta de seguridad y confianza es
la que nos hace estar angustiados en multitud de ocasiones.
Aunque los monstruos no existen en la realidad, lo
cierto es que sí existen a nivel emocional. Y es que todo ser humano tiene sus
propios fantasmas y terrores internos. Ese monstruo es una analogía, una
metáfora de todo lo que nos produce sentimientos negativos, contradictorios o
perniciosos, de todo lo que nos roba el bienestar. Cada uno de nosotros tiene
que saber identificar a esos monstruos. Los miedos y las preocupaciones más
comunes como la muerte, el sufrimiento, la ansiedad o la soledad están
reflejados en el subconsciente humano.
Saber estar solo es una parte fundamental para
conocernos y relacionarnos con los demás. La soledad interior no es mala, al
contrario, es inteligencia creativa, es entender que la mejor compañía es uno
mismo, conectar contigo mismo.
El médico psiquiatra Inglés Anthony Storr, se refiere al testimonio de un prisionero que esbozó
con dramatismo el mundo de la soledad de la siguiente manera: “¿Puede imaginar lo que implica ser
prisionero para toda la vida? Los sueños se transforman en pesadillas y se
descomponen los castillos que solo la imaginación sustentaba; solamente puedes
imaginar fantasías y al final aborreces la realidad y prefieres vivir en el
reducto contorsionado de un rincón que no es real. Se rechazan las leyes que
rigen la vida ordinaria y se aceptan solo aquellas que determinan la vida
aparte del resto. Pero en tu pequeño mundo no caben ni la luz ni las sombras;
solo hay la oscuridad necesaria para vivir en un mundo traspuesto y fingido”.
El problema no es la
soledad, el problema es como la encajamos, como la interpretamos y que
significado le damos.
Por eso, atrévete a pasar
el tiempo contigo mismo, sin prejuicios, analiza los miedos que te atrapan y
verás que no tienen ningún fundamento.
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