Sufriste una eterna noche
por saber lo que tú corazón sentía,
arañaste la tierra con tus manos,
lágrimas de barro tus ojos derramaron.
Hurgando en las entrañas buscabas
el por qué tu corazón lloraba
y gritaste mi nombre en silencio
para sentir que el dolor se escapaba.
Esperé hasta el límite del tiempo
a que la infinita ternura te envolviera
pues el sabor de la indiferencia
deja paso a un hondo dolor
y en corazón roto se transforma.
Me buscaste en la apagada tarde
con la sonrisa resplandeciente
has visto caer entre tus lágrimas
al pájaro azul que vuelve a mirarte.
En el poema “Una eterna noche” me recreo en la persona que aparece en
mi vida por un tiempo limitado, que me dio lo bueno y lo malo y ahí se acabó el
sendero por el que caminábamos juntos.
Porque cuando las historias acaban, aunque queramos repetir lo mismo
con la misma persona no va a ser igual. La gente cambia, madura, se desarrolla,
crece y por ello no vuelve al mismo punto.
Da igual que sea acertada o no, que sea buena o mala para nosotros, la ruptura, terminar
una relación de pareja es una decisión que recordaremos siempre.
Se trata de una decisión difícil porque es necesario ser muy realista
en la que se debe pensar cómo será esa relación si continúa en el tiempo y no
engañarnos a nosotros mismos, ya que ese autoengaño puede perjudicarnos a
nosotros y a la otra persona. Es necesario escuchar a nuestra intuición.
Nos haremos muchas preguntas antes de terminar una relación, serán
dolorosas porque a veces la realidad duele, pero son preguntas necesarias para madurar
y para entender qué queremos en una relación.
Es posible que lo pases mal un tiempo, toda persona necesita un tiempo
de asimilación pero todo dolor se atenúa y se supera con el transcurso de los
días.
Romper hace daño, pero seguir con una relación que no funciona duele
más.
Begoña Pombar
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